28 Sep UGT con el Día Int. de concienciación contra la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Ante el agravamiento de la crisis alimentaria, hay que avanzar en la lucha contra la pérdida y el desperdicio de alimentos con el fin de lograr sistemas alimentarios con capacidad de resiliencia.
► La crisis alimentaria mundial se agrava, espoleada por las crisis climática y energética, y la invasión de Ucrania.
La crisis alimentaria es el síntoma de un sistema alimentario en crisis, muy vulnerable a crisis económicas y ambientales. Desde marzo, la invasión de Ucrania está provocando un alza de los precios mundiales de los alimentos. Según el Banco Mundial, entre mayo y agosto de 2022 existe una elevada inflación en casi todos los países de ingreso bajo y mediano, con niveles de inflación superiores al 5 %, y muchos experimentan una inflación de dos dígitos, lo que perjudica en mayor medida a las familias más vulnerables, para quienes el consumo de productos básicos como los alimentos y la energía absorben la mayor parte de su presupuesto mensual. Según los datos del índice de precios de consumo (IPC) del mes de agosto, en España los alimentos acumularon en agosto una subida media del 13,8% en un año, con incrementos que llegan al 25,6% en la leche; el 24% en aceites; el 22,4% en huevos; el 21,7% en cereales y derivados o el 15,2% en el caso del pan.
Sin embargo, esta subida de precios no se puede explicar sin tener en cuenta otros factores subyacentes, como el de la crisis energética –por una creciente carestía y encarecimiento del gas y el petróleo–, el de la ruptura de la cadena de suministro –con cuellos de botella logísticos derivados del parón de la gran pandemia y la subida tarifaria del transporte marítimo–, a lo que hay que unir un escenario de escasez de fertilizantes y los estragos del cambio climático (con un año especialmente seco en buena parte del Planeta). Esta situación amenaza la continuidad de los ciclos de producción agroalimentaria y, por tanto, la capacidad de seguir suministrando productos agrícolas básicos, ingredientes y productos alimentarios y materias primas para piensos, lo que es especialmente preocupante para los países más vulnerables. Esta tormenta perfecta tampoco puede entenderse sin la existencia de mercados mundiales no regulados, de especuladores financieros, y de monopolios globales.
Desde el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, su responsable –David Beasley– advierte de potenciales disturbios socio-económicos en 2023 si la situación no mejora (ya hemos visto rebeliones ciudadanas en naciones como Sri Lanka, Mali, Chad, Burkina Faso, Kenia, Pakistán, Perú o Indonesia). La parálisis productiva y la interrupción del tráfico de fertilizantes amenaza, según Beasley, con una crisis como nunca antes se ha vivido. El panorama en la UE tampoco es alentador, y cada vez son más las empresas de la cadena agroalimentaria de la UE que luchan por mantener sus operaciones, y algunas se enfrentan a la opción de detener la producción, despedir personal o cerrar el negocio.
En cualquier caso, la crisis alimentaria está adquiriendo una magnitud que puede llegar a nivel de drama global, y exige que se incluya en la agenda de prioridades una contribución preventiva y solidaria para paliar y mitigar este escenario, a nivel nacional e internacional.
► ¿Por qué es importante reducir la pérdida y desperdicio de alimentos?
Existen diferentes definiciones, pero de una manera sencilla, se puede definir el desperdicio alimentario como aquellos productos agrícolas y alimentarios descartados de la cadena alimentaria que siguen siendo perfectamente comestibles y adecuados para el consumo humano y que, a falta de posibles usos alternativos, terminan desechados como residuo.
Alrededor del 31% de los alimentos del mundo se pierde de esta manera. Además, representa entre el 8 y el 10% del total de gases de efecto invernadero a nivel mundial , lo que contribuye a un clima inestable y fenómenos meteorológicos extremos. Estos cambios tienen un impacto negativo en el rendimiento de los cultivos, provocan interrupciones en la cadena de suministro y amenazan la seguridad alimentaria y la nutrición.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, específicamente el ODS 12, meta 12.3, exige reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos per cápita en los niveles minorista y de consumo y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro.
Se estima que 3.100 millones de personas en todo el mundo no tienen acceso a una dieta saludable y unos 828 millones de personas pasan hambre. Todo esto significa que existe una necesidad urgente de acelerar la acción para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Cuando quedan ocho años para alcanzar la meta, no se puede dejar de enfatizar la urgencia de intensificar las acciones para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos presenta una oportunidad para obtener beneficios climáticos inmediatos al tiempo que mejora la sostenibilidad general de nuestros sistemas alimentarios , una transformación necesaria para garantizar mejores resultados planetarios y nutricionales para las generaciones actuales y futuras.
► Una ley urgente para combatir el incomprensible desperdicio de alimentos.
En 2021, la UE importó casi 138 millones de toneladas de productos agrícolas, con un coste de 150.000 millones euros, según datos de Eurostat. Al mismo tiempo, el informe «Food Waste Index» del PNUMA, estima que la UE desperdicia 153,5 millones de toneladas de alimentos cada año, es decir, que “en una época de altos precios de la comida y de aumento del costo de la vida es un escándalo que la Unión Europea tire a la basura más comida de la que importa”. Los autores del informe piden que la UE apruebe objetivos jurídicamente vinculantes de reducción del desperdicio de comida para que en 2030 sea la mitad que ahora.
Los datos del Informe del Desperdicio Alimentario en España 2021 que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, señalan que cada español tiró de media a la basura 28,21 kilos/litros de alimentos en el año 2021, y aunque supone la cifra más baja de los últimos cinco años, sigue siendo una cifra que habla por sí sola de un sistema alimentario insostenible. No existe ninguna ley en Europa, a nivel estatal, que avance en el concepto de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario en su conjunto del campo a la mesa, pero el pasado 7 de junio el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario. El proyecto de ley contiene como objetivo el de reducir el despilfarro a la basura de alimentos sin consumir abordando un triple problema: El primero de índole económico y medioambiental (por el desperdicio del trabajo de agricultores y ganaderos, de los medios naturales empleados para producirlos, del consumo de recursos como suelo o el agua, y de emisiones a la atmósfera que se producen); el segundo de reconducción del sistema agroalimentario hacia una economía circular; y el tercero de orden ético, moral y de salud pública.
Desde UGTCyL apremiamos a la aprobación de esta Ley, una norma que debe ser suficientemente ambiciosa y con capacidad para contribuir en la consecución de la meta 12.3 del ODS 12.
Acabemos con la pérdida y el desperdicio de alimentos cuanto antes.
Fuentes:
«Así será la crisis alimentaria en 2023: de cuellos de botella logísticos a parálisis de suministro». Público.es
«Desperdicio alimentario«. Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.
«Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos«. FAO.
«El Gobierno impulsa la primera ley en España para combatir el desperdicio de alimentos«. Ministerio de Agricultura y Alimentación.
«Seguridad alimentaria. Actualización«. Banco Mundial.
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