11 Oct Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres: Alerta y acción temprana para todos.
La ONU decidió designar el 13 de octubre como «Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres» con el propósito de concienciar a los gobiernos y a la opinión pública para que tomen medidas encaminadas a minimizar los riesgos.
► Nuestro mundo en riesgo.
Nuestro mundo actual se enfrenta a un nivel sin precedentes de desastres provocados por la inadaptación del ser humano a las limitaciones y a los riesgos del espacio en el que habita. No hay que olvidar que para que se produzca un desastre tiene que confluir en el tiempo y en el espacio, por una parte, la fuerza destructiva de un fenómeno extremo, y por otro, la presencia de población y de bienes que sean susceptibles de ser afectados. De esta forma, cada sociedad es responsable de elegir y de aplicar soluciones capaces de generar adaptación a las limitaciones y a los riesgos de su medio ambiente. Sin embargo, a pesar de los compromisos para aumentar la resiliencia, abordar el cambio climático y crear vías de desarrollo sostenible, las elecciones sociales, políticas y económicas actuales están haciendo lo contrario. Esto pone en peligro no solo el logro del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, sino que también obstaculiza el progreso hacia el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en la Agenda 2030 .
La creación de riesgos está superando a la reducción de riesgos. Los desastres, las pérdidas económicas y las vulnerabilidades subyacentes que impulsan el riesgo, como la pobreza y la desigualdad, aumentan al igual que los ecosistemas y las biosferas corren el riesgo de colapsar. Los sistemas globales se están volviendo más conectados y, por lo tanto, más vulnerables en un panorama de riesgo incierto. Sin embargo, no es inevitable que el riesgo siga creciendo. La mejor defensa contra el riesgo sistémico es transformar los sistemas para hacerlos más resistentes. La política y la acción personal ahora pueden revertir esta tendencia, pero solo si se comprende mejor el riesgo sistémico y se acelera la acción de reducción de riesgos. La ecuación fundamental de que el riesgo es una función de un evento peligroso combinado con la vulnerabilidad y la exposición no ha cambiado, pero los responsables de tomar decisiones deben afrontar con valentía las consecuencias de la crisis socio-ecológica, y apostar por la creación de empleo verde y decente, por una transición justa, por medidas de resiliencia ante el cambio climático y de protección de la biodiversidad, o por una ordenación del territorio acorde con una disminución de nuestra vulnerabilidad ante los desastres naturales.
► Casi 2.500 millones de euros anuales solo en España.
Mientras que a nivel mundial se calcula que los daños económicos de los desastres naturales ascendieron a 252.000 millones de dólares en 2021, en nuestro país ascienden a una media de casi 2.500 millones de euros anuales (entre 2016 y 2020, según un informe de la Fundación Aon España).
España es un territorio con elevado riesgo ambiental. El catálogo de peligros naturales que pueden afectar al conjunto del país es elevado, y a ello se une un grado importante de ocupación del territorio con población y actividades económicas que pueden verse afectadas por el desarrollo de episodios de rango extremo.
Una clasificación sencilla de estos peligros ambientales incluiría: a) riesgos biogeográficos y biológicos, entre los que sobresalen los incendios forestales y las plagas; b) fenómenos meteorológicos extremos (lluvias intensas y torrenciales, que originan inundaciones, sequías, tormentas de granizo, episodios de frío y calor, temporales de viento, tornados y fenómenos subtropicales en Canarias); c) riesgos geológicos y geomorfológicos (terremotos, maremotos, volcanismo, movimientos de terreno, avalanchas de nieve y erosión).
En Castilla y León las principales pérdidas económicas son consecuencia de inundaciones, olas de calor y sequías o heladas, siendo el sector agrario el que más pérdidas sufre, pero también otros sectores económicos, infraestructuras y núcleos urbanos. Sin embargo, el cambio climático está causando peligros relacionados con el clima más frecuentes, extremos e impredecibles, como la proliferación de grandes incendios forestales. Estos desastres están suponiendo un aumento de las pérdidas económicas, que en este año 2022 serán astronómicas al ser pasto de las llamas unas 100.000 hectáreas en nuestra comunidad autónoma, lo que supone un aumento aproximado del 400% sobre la media. El cóctel formado por el cambio climático, la despoblación de las zonas más rurales o la práctica ausencia de gestión forestal y el abandono de los usos del suelo, está provocando que muchos de nuestros montes se estén convirtiendo en bombas de relojería que solo esperan a que su mecha sea prendida para convertirse en superincendios. No obstante, acudir al principio de precaución a partir de la inversión en alerta temprana es más urgente que nunca.
► Alerta y acción temprana para todas y todos.
En 2022, el Día Internacional se centrará en la meta G: Incrementar considerablemente la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas múltiples y de la información y las evaluaciones sobre el riesgo de desastres transmitidas a las personas, y el acceso a ellos, para 2030″. El objetivo principal del Marco de Sendai es evitar la creación de nuevos riesgos y reducir los existentes. Pero cuando eso no es posible, los sistemas de alerta temprana y la preparación centrados en las personas pueden permitir una acción temprana para minimizar el daño a las personas, los bienes y los medios de subsistencia.
Un sistema efectivo de alerta puede reducir el daño resultante en un 30%, y debe ser:
1. De extremo a extremo. El sistema cubre todo el rango, desde la detección de peligros hasta la acción, lo que incluye proporcionar mensajes de advertencia comprensibles y procesables.
2. Riesgos Múltiples. Están diseñados para detectar diferentes peligros que pueden ocurrir solos, simultáneamente o en cascada.
3. Centrado en las personas. Esto significa diseñar los sistemas pensando en las personas, para empoderarlas para que actúen a tiempo y de manera adecuada a fin de reducir los daños potenciales.
► El reto, lo es también para las personas trabajadoras y sus representantes.
La acción humana –especialmente la de los países más ricos– está creando un riesgo mayor y más peligroso, y empujando al planeta hacia límites existenciales y ecosistémicos. La reducción de riesgos debe estar en el centro de la acción para acelerar la acción contra el cambio climático y lograr los ODS.
Estas líneas de tendencia no tienen en cuenta los impactos futuros del cambio climático, que están acelerando el ritmo y la gravedad de los eventos peligrosos, ni el hecho de que se vaya a superar el objetivo de aumento de la temperatura máxima promedio global de 1,5 °C del Acuerdo de París ya en la próxima década (IPCC, 2021). El riesgo sistémico no se puede eliminar por completo, pero se puede reducir y abordar de manera más eficaz, lo que requiere del aprovechamiento de los conocimientos existentes sobre reducción de riesgos, pero también de la suficiente dedicación a las personas trabajadoras y al mundo del trabajo tanto en su gobernanza como en sus medidas políticas.
Tal y como se recoge en el informe realizado por UGT Castilla y León “Empleo y cambio climático en Castilla y León”, se considera que todos los sectores económicos están en riesgo ante los desastres naturales, y que éste es mayor en función de su grado de dependencia de los recursos naturales (sectores agrario, agroalimentario, forestal, etc.), en función de su exposición al trabajo al aire libre y a altas temperaturas (construcción, turismo, etc.), en función de su exposición a los fenómenos meteorológicos extremos y a disrupciones en los ecosistemas (energía, sanidad y otros servicios públicos, etc.). Según un estudio encargado por la Agencia Europea del Medio Ambiente, 410.000 puestos de trabajo podrían estar en peligro en la UE para 2050 si no se toman medidas de adaptación.
Asumiendo este escenario, parece conveniente que en Castilla y León se impulsen políticas capaces de anticipar los riesgos climáticos, combinadas con medidas que puedan orientar a los diferentes sectores productivos hacia una economía verde. En UGT Castilla y León entendemos que el Gobierno castellano y leonés, los empleadores, los sindicatos, y otros interlocutores sociales, debemos –en el marco del diálogo social–, articular una gobernanza con capacidad de aumentar la resiliencia de nuestros ecosistemas y nuestra sociedad, que garantice el empleo verde y decente, la salud y la seguridad en el trabajo, y medidas de protección social para que nadie quede atrás. Es decir, una gobernanza para una transición ecológica justa.
En nuestros centros de trabajo, las personas trabajadoras y sus representantes también debemos iniciar −a través de la negociación colectiva− un diálogo en relación con el clima y el empleo con nuestros empleadores, capaz de diseñar estrategias de adaptación y sostenibilidad ambiental que anticipen los riesgos para la salud y la seguridad, el impacto en las condiciones laborales, la necesidad de nuevas competencias, y un empleo digno. Un camino seguro para el futuro.
Fuentes:
- «Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres 13 de octubre». Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.
- «El coste de las catástrofes naturales en España supera los 12.000 millones». elEconomista.es
- «Informe de Evaluación Global de las Naciones Unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres». Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.
- «Una nueva estrategia europea de adaptación al cambio climático para el mundo del trabajo». CES.
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