28 Nov La Comisión Europea renueva la estrategia en materia de bioeconomía.
Castilla y León será la primera comunidad autónoma en poner en marcha una Estrategia de Bioeconomía Agroalimentaria.
La economía circular es un nuevo concepto estratégico que aspira a la reforma estructural de nuestra economía, pasando del modelo consistente en “tomar, fabricar y desechar” a un modelo cíclico más adaptado a un sistema vivo. En consecuencia, para realizar el cambio y rediseñar nuestro futuro, la Comisión Europea publicó, en diciembre de 2015, el “Plan de acción para la economía circular”, un amplio marco de políticas públicas de la Unión con el objetivo de redefinir nuestro enfoque social sobre la producción y el consumo de bienes y servicios.
Para alcanzar una economía circular, la Comisión Europea ha visto necesaria la actualización de la “Estrategia en materia de bioeconomía” de 2012. La bioeconomía incluye a todos los sectores y sistemas cimentados en los recursos biológicos, siendo uno de los mayores y más importantes sectores de la UE, entre los que se encuentran tanto la producción de los recursos biológicos renovables, como su conversión en alimentos, piensos, productos de base biológica y bioenergía. Los sectores que comprende tienen un fuerte potencial de innovación debido al uso de una amplia gama de ciencias (ciencias de la vida, agronomía, ecología, ciencia de la alimentación y ciencias sociales), las tecnologías facilitadoras e industriales (biotecnología, nanotecnología, tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y la ingeniería), y el conocimiento. Representa unos ingresos anuales de cerca de 2 billones de euros y unos 18 millones de puestos de trabajo. Es también un sector clave para incentivar el crecimiento en las zonas rurales y costeras.
El paso a la adopción de materias primas biológicas y métodos de procesamiento biológicos podría suponer una reducción anual de 2.500 millones de toneladas de CO2 equivalente para 2030, lo que constituye un importante desafío a largo plazo de la Unión. Los materiales de origen biológico, biodegradables y compostables, así como los materiales permanentes, son importantes para lograr una utilización más eficiente de los recursos y una mejor conservación de los materiales valiosos en bucles circulares. El potencial de innovación futura radica en lograr una gestión más eficaz de las materias primas biológicas, así como la eliminación gradual de sustancias tóxicas de todos los materiales.
Para dirigir dicho esfuerzo colectivo, y teniendo en cuenta tres objetivos clave, la Comisión pondrá en marcha una serie de medidas en 2019:
- Incrementar y reforzar los sectores con base biológica: la Comisión establecerá una plataforma de inversión sobre bioeconomía circular por un valor de 100 millones de euros para acercar las bioinnovaciones al mercado y reducir el riesgo de la inversión privada en soluciones sostenibles; facilitará el desarrollo de nuevas biorrefinerías sostenibles en toda Europa.
- Implantar rápidamente la bioeconomía en toda Europa: Para abordar esta cuestión, la Comisión elaborará un calendario estratégico para la implantación de sistemas alimentarios y agrícolas sostenibles, productos silvícolas y de base biológica; creará un mecanismo de apoyo a las políticas en materia de bioeconomía para que los países de la Unión desarrollen agendas nacionales y regionales en este sector; lanzará medidas piloto para desarrollar la bioeconomía en zonas rurales, costeras y urbanas.
- Proteger el ecosistema y entender las limitaciones ecológicas de la bioeconomía. Nuestros ecosistemas se enfrentan a grandes amenazas y retos, como el crecimiento demográfico, el cambio climático o la degradación de los suelos. Para hacer frente a estos desafíos, la Comisión: aplicará un sistema de supervisión en toda la UE para hacer un seguimiento de la transición hacia una bioeconomía sostenible y circular; mejorará nuestra base de conocimiento y nuestra comprensión sobre áreas específicas de la bioeconomía recabando datos y facilitando su accesibilidad en el Centro de Conocimiento sobre Bioeconomía; ofrecerá orientaciones y promoverá buenas prácticas para operar en la bioeconomía dentro de unos límites ecológicos seguros.
En nuestro país, el desarrollo de la “Estrategia española de bioeconomía horizonte 2030” –aprobada en 2015 e inspirada en la “Estrategia en materia de bioeconomía” de 2012, con resultados modestos en el desarrollo de sus planes anuales– va a tener, en cualquier caso, que reorientarse para converger hacia los nuevos objetivos planteados, es decir, sin abandonar los aspectos puramente económicos, financieros y tecnológicos, hacer un mayor énfasis en los aspectos relacionados con la economía circular y acentuar los aspectos de conservación del medio ambiente. A esta cuestión, habría que incorporar que la bioeconomía es fundamental para el desarrollo local y regional –por su capacidad para aumentar la cohesión entre las regiones a través de su potencial para crear empleo y crecimiento en las zonas rurales–, por lo que la estrategia española debería realizar un esfuerzo para relacionar la inversión en bioeconomía con la revitalización y dinamización del tejido agrícola e industrial de comarcas rurales y con grave riesgo de despoblación y/o declive socioeconómico. Es relevante no perder de vista que el objetivo final de la bioeconomía es tener un impacto social positivo y medible sobre los retos a los que se enfrentan las distintas sociedades.
No obstante, no sería pretencioso afirmar que la bioeconomía pretende ser, por una parte, una catarsis sobre la forma en que gestionamos los recursos naturales y la biosfera, y por otra una llamada de atención sobre la necesidad de un nuevo paradigma para gestionar los grandes desafíos que las diferentes sociedades tienen planteados en la actualidad. De hecho, en la sociedad castellana y leonesa, podemos definir sin temor a equivocarnos demasiado, que la despoblación, el cambio climático y el uso sostenible de los recursos naturales y la preservación del medio ambiente son algunos de esos grandes desafíos que bien podrían ser contrarrestados con medidas relevantes en materia de bioeconomía, dado el potencial que tiene nuestra región en materia de recursos biológicos.
En este sentido, la Junta de Castilla y León anunció este septiembre la implementación de una nueva “Estrategia sobre bioeconomía agroalimentaria”, un proyecto que todavía no ha visto la luz y que pone su énfasis en la generación de nuevas oportunidades para el sector primario a través del desarrollo tecnológico, en el contexto de la “industria 4.0” como palanca tecnológica. En el diagnóstico inicial del proyecto, se menciona la industrialización del campo como la única alternativa que promete la viabilidad en el largo plazo para evitar la despoblación, a través del incremento de su competitividad y su conversión en un entorno de creación de empleo y de atracción de técnicos en busca retos profesionales interesantes. La actividad y el desarrollo de estas empresas –insiste el diagnóstico–, tienen un impacto relevante en sus economías locales, el empleo y el sostenimiento de la población, así como en el medio ambiente, tanto desde el punto de vista de los recursos como en la preservación del entorno natural.
A la espera de conocer su contenido definitivo, y entendiendo que la aprobación de un plan sobre bioeconomía estrictamente agroalimentaria corresponde a una cuestión de posicionamiento estratégico para incrementar la competitividad de nuestro sector agroalimentario, la administración regional deberá tener en cuenta otras actividades económicas no agroalimentarias propias de la bioeconomía en el contexto de la agenda europea, que pretende englobar a todas ellas bajo un mismo paraguas. En cualquier caso, esta iniciativa en bioeconomía necesitaría estrechar lazos con los procesos políticos multilaterales y con las discusiones intergubernamentales, por lo que sería deseable su convergencia con la “Estrategia Española de bioeconomía horizonte 2030”, con la “Estrategia Europea de bioeconomía”, con la agenda de los ODS 2030 y con el seguimiento de los procesos de los acuerdos de París sobre el clima y de Aichi sobre la biodiversidad. Por último, debería dotarse de objetivos concretos, que sean medibles, visibles y que tengan un impacto claro y positivo para la sociedad castellana y leonesa, como respuesta a los desafíos que enfrentan las comarcas rurales de nuestra comunidad autónoma.
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